Durante mis años dentro de la vida religiosa participé en innumerables encuentros de religiosas y religiosos de todo el continente americano. Fue una época de mucho enriquecimiento humano y espiritual para mí. Sin embargo, llamaba mucho mi atención que en estas asambleas y encuentros los conferenciantes, en sus charlas y en sus escritos, hacían cierta distinción que a mí me chocaba enormemente. Hablaban de Latinoamérica y el Caribe, erigiendo una gran muralla entre ambas zonas geográficas, como si le fuera imposible a algunos pueblos cruzar ciertas fronteras culturales. Muralla totalmente ilógica para mí, tan arraigada en mi puertorriqueñidad y en mi reclamo por formar parte de la Patria Grande Latinoamericana.
Cuando separaban ambas áreas geográficas, como dos bloques heterogéneos, querían destacar en su concepción de Caribe a aquellos pueblos de origen anglosajón que lo habitan. Dentro de “ese Caribe”, incluían —y todavía lo hacen, creo—, también, a los pueblos del Caribe hispano. Esto significaba, tal vez sin proponérselo, excluir de su concepto de Latinoamérica a los pueblos del Caribe hispano.
Por eso, cuando una vez comentaba yo algo sobre la realidad social de los países de Latinoamérica —incluido, por supuesto, Puerto Rico— una religiosa me corrigió añadiendo: "y el Caribe", como si Puerto Rico no formara parte de los pueblos de Latinoamérica.
Para mí aquello era ¡terrible!, porque al establecer aquella diferencia que tanto me chocaba, se nos desarraigaba a los cubanos, los puertorriqueños, los dominicanos, los haitianos y a los pueblos francófonos del Caribe, de nuestra "latinoamericanidad".
De acuerdo con la definición que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, latinoamericana(o) es un adjetivo utilizado para designar a las personas naturales del conjunto de los países de América colonizados por naciones latinas, es decir, España, Portugal o Francia. Dentro de estos países se encuentran: Cuba, Puerto Rico, Haití, la República Dominicana y todos aquellos pueblos de habla francesa y española, que, además, son caribeños.
Sé bien que en el fondo de toda esa extraña concepción sociocultural de Latinoamérica y el Caribe lo que hay es el gran deseo de incluir a los pueblos de origen anglosajón en las reflexiones teológicas sobre Nuestra América, como la llamó Martí. Pero considero que el problema podría resolverse añadiendo un adjetivo a ese “religioso Caribe”: Latinoamérica y el Caribe anglosajón.
Pero si ha habido algo que siempre me ha indignado profundamente es la soberbia imperialista del uso incorrecto del adjetivo americano para referirse solo a los ciudadanos de los Estados Unidos de América, cuando americanos somos todas y todos los que habitamos esta inmenso y hermoso continente que se extiende desde el océano Glacial Ártico por el Norte hasta el cabo de Hornos por el Sur. El adjetivo más apropiado para designar a un ciudadano de los Estados Unidos sería estadounidense, porque norteamericanos son, también, los canadienses y los mexicanos.
Y a fin de cuentas, quiénes más americanos que los pueblos caribeños hispanos. Sí, porque son americanos ¡cinco veces!: (1) americanos, por vivir en el continente americano; (2) latinoamericanos, por su origen latino; (3) iberoamericanos, por ser pueblos de América que antes formaron parte de los reinos de España y Portugal; (4) hispanoamericanos, por su origen español; y (5) caribeños, por formar parte de ese Caribe multicultural, lleno de colores y contrastes, que no casualmente se encuentra en América, el continente.
2 comentarios:
Excelente escrito, la felicito. Coincido profundamente con las ideas, en la cual expresa que americanos somos todos, y norteamericanos también son los mexicanos y canadienses.
También, quería expresarle que al leer la palabra <> me causa duda porque en mi país, Venezuela, se dice <>. Saludos!
En el comentario anterior, no se registraron las palabras: conferenciantes y conferencistas, respectivamente.
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