martes, 12 de junio de 2012

¿Español o castellano?


Otra vez: depende. Depende a qué nos referimos y desde dónde lo hacemos. Cuando consultamos el término castellano con el Diccionario panhispánico de dudas, notamos que nos remite al vocablo español. La Real Academia Española indica que el término español se refiere a la lengua hablada en América y en España por más de cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Es la designación con la que se le conoce en el ámbito internacional: Spanish (inglés), espagnol (francés), Spanisch (alemán), spagnolo (italiano).

Castellano por el contrario, se refiere “al dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media” y que dio origen a nuestro español actual. También hoy se llama castellano a la variante dialectal del español que se habla en Castilla. 

Cuando la lingüística habla de dialecto, se refiere a un “sistema lingüístico considerado con relación al grupo de los varios derivados de un tronco común”. Es decir, que el español o castellano fue, en algún momento, un dialecto con relación al latín, y hoy el castellano es un dialecto con relación al español, como lo son también el español de Venezuela o el de Puerto Rico.

Ahora bien, esa lengua que la América nuestra y el mundo entero llama español, en España se conoce como castellano. Dicho término lo utilizan españoles y españolas para designar la lengua común del Estado con relación las otras lenguas cooficiales en sus respectivos territorios autónomos, como el catalán, el gallego o el vasco. Seguramente porque son lenguas (excepto el vasco o euskera) que, como el castellano, derivaron del latín y fueron evolucionando junto a este en el mismo espacio geográfico peninsular. O bien porque se consideran todos hablantes de una lengua "española", por ser de España, aunque creo que muchos catalanes y vascos diferirán enormemente de esa idea, sobre todo los últimos.

 La Real Academia Española, aunque reconoce ambos términos como sinónimos, recomienda el uso del término español para referirse a esta hermosa lengua nuestra, de gran prestigio mundial —entre otras cosas, por su rica y reconocida literatura—, a la que hoy, una vez más, se intenta relegar a un segundo plano en nuestro deficiente y maltrecho sistema educativo nacional.