Contrario a lo que muchas personas piensan, el aparato electrónico que a diario usamos en nuestras cocinas para, entre otras cosas, acelerar el proceso de calentar nuestros alimentos cuando llegamos “esamayaos” de la calle se llama microondas. Sí, microondas sin h y no, microhondas con h.
Es curioso, tan empeñados que andan algunos (y algunas), como el gran García Márquez, con simplificar la Ortografía de nuestra hermosa lengua española eliminando esa h muda, impertinente e “innecesaria” y, justo cuando la pueden “enviar de paseo”, cuando pueden libre y “legalmente” prescindir de ella, ahí van y la colocan incoherentemente donde no toca.
Digo incoherentemente, porque cuando imagino la existencia de un microhondas, pienso en la gran contradicción que implicaría su existencia. Micro- es un prefijo griego que significa “muy pequeño”; honda puede significar, en una de sus acepciones, “alguna cosa que posee gran profundidad”. Al unir ambos significados tendríamos un objeto o un accidente geográfico caracterizado por su “muy pequeña honda profundidad”. Y, entonces, la profundidad o sería muy poca o sería mucha, en su extensión, por la hondura. (Aunque si intentara otorgarle cierta lógica semántica podría hacer poesía al definirlo como “aquello que posee una muy hondamente pequeña profundidad”. Es decir, “aquellos objetos que son superficiales”, como la fe y el corazón de algunas personas”).
O quién sabe si, tal vez, convertida en una quijotesca “Davidita” tomaría fuertemente entre mis manos una microhonda (es decir, mi diminuta tira de cuero) para lanzar piedras de redención que derribaran al gran Goliat del Norte y liberar, ¡al fin!, a mi pueblo.
2 comentarios:
Oiga, amiga, que se le ha olvidado algo en la explicación, que haría el asunto más sencillo. Implícitamente está (eso espero), pero explicitarlo tomaría tres palabras y un punto, nada más: pues no se trata de "hondas", sino de "ondas" de lo que da cuenta la palabra, con su prefijo tan diminuto, que es "micro": micro-ondas.
Decirle bruto a García Márquez en tan finas palabras le costaría, pues, informarle que habla de otro invento si utiliza la palabra "microhondas", ya que no se referiría al electrodoméstico que usualmente se emplea en la cocina, sino, tal vez, y como dice en su ensayo, a un instrumento para medir la hondura diminuta de una cosa o, acaso, a un aparato de reducida dimensión para medir (supongamos) profundidad, sea ésta poca o mucha. Tampoco olvidemos la antiquísima honda con que se tiran piedras, que, según cuenta la historia, fue lo que utilizó el celebrado David para dar por acabada la vida de aquel temido Goliat en tiempos antiguos (que se me antoja asociar con la mítica historia de Perseo, quien, en semejante hazaña, dio fin a la gorgona Medusa). En este otro ejemplo, imaginemos una honda tan pequeña que sólo podrían emplear eficazmente los habitantes de Lilliput, y a la cual nosotros podríamos llamar una "microhonda".
En fin, ya que todo horno de microondas cuenta con un generador de *ondas* electromagnéticas --palabras con las cuales nos referimos a ese tipo de emisión-- responsables de la cocción de los alimentos, sería nuestra tarea otorgarle el prefijo adecuado para completar su nombre correcto: la deshacheada "microondas".
Juan Luis, si lo hago sencillo pierde la "salsita". Imagínate que tus comentarios fueran tan escuetos como propones que sean mis escritos; serían muy aburridos y yo no me divertiría ni aprendería tanto.
Gracias por tus comentarios. Deberías hacer un blog.
Y el gran García Márquez, que no es para nada bruto, que siga escribiendo (por ejemplo,un cuento sobre un aparato misteriosamente surrealista llamado "microhondas"), que lo hace muy bien, como muy bien dijera mi Maestra, la doctora Vaquero, pero que deje quieta la Orografía y la Gramática de la lengua, que, por no dominar, quiere simplificar.
Y no dejes de escribir tus bien elaborados y largos comentarios, ¡que me encantan!
Un abrazote grande.
Publicar un comentario