domingo, 19 de octubre de 2008

Mi DaBar 3


Antulio Parrilla, ¿un obispo feminista?

Inicio esta reflexión reconociendo, no con poca vergüenza, mi poco conocimiento sobre la figura de Monseñor Antulio Parrilla. Sé poco sobre él y, lo que es aún más triste, lo he leído poco a él. Por tal razón, esta invitación que hoy se nos hace a los estudiantes de teología me parece una excelente oportunidad para conocer un poco más, y leer, a quien el teólogo y sacerdote franciscano, Darío Carrero, ha reconocido como “el primer teólogo puertorriqueño”.

Sé que Antulio Parrilla creía firmemente en la independencia de Puerto Rico, que luchó y estuvo dispuesto a ir preso en abierta desobediencia civil por la causa de la salida de la Marina de Guerra de los Estados Unidos fuera de Vieques, que combatió enérgicamente el servicio militar obligatorio, que estuvo muy involucrado en el movimiento cooperativista, que fue vocero de la doctrina social de la Iglesia y profeta de la justicia social en Puerto Rico y en el mundo entero. Pero como dice la Escritura, “nadie es profeta en su propia tierra.” Parrilla tampoco fue bien acogido en su patria. Sus radicales posturas eclesiales y sociales, basadas en los documentos oficiales de la Iglesia, pero sobre todo, cimentadas en la autoridad de la Buena Nueva del Evangelio, le costaron lo que a todo profeta: mucho dolor, sufrimiento y tal vez, lo más triste, la crítica y el rechazo de mucha gente. Como Juan Bautista, Parrilla era una voz clamando en el desierto. Y sabemos a donde fue a parar la cabeza del Bautista.

Confieso que no me extrañan para nada todas las luchas quijotescas que emprendiera Parrilla durante su vida. Sin embargo, en mi primer acercamiento formal a su persona, me he topado, ¡sorprendentemente!, con una serie de artículos en los cuales Parrilla reflexiona sobre el papel de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad en general. Mientras más leía, más sorprendida quedaba. A partir de mi lectura la pregunta que me ha surgido es: ¡¿Será posible?! ¡¿Un obispo feminista?! Me sorprendo porque cuando pienso en Parrilla, hombre puertorriqueño, nacido prácticamente a principios del siglo XX en un pueblo rural de la Isla, dentro de una cultura marcadamente machista, católico, y, pa’ remache, obispo, el “sospechómetro” se pone en “high” y emite su señal de alerta para que me ande con cuidado.

Hablando en serio, encontrarme con el pensamiento vanguardista de Parrilla con relación al papel de las mujeres en la Iglesia y en el mundo ha sido para mí una grata sorpresa. Digo vanguardista porque si ubicamos el génesis de la teología feminista para la década de los sesenta, Parrilla alza su voz en Puerto Rico a favor de las mujeres más o menos para la misma fecha en que la teología feminista va abriéndose brecha en el universo teológico tradicional. De esta manera, nuestro obispo boricua, va haciéndole coro a un sin número de voces femeninas que comenzaban a proclamar la buena nueva de liberación evangélica, no tan sólo para la mujeres, (aunque sin duda alguna preferencialmente por ellas y para ellas), sino para toda la humanidad. Digo vanguardista, además, porque me atrevo a afirmar, sin temor a equivocarme, que muy pocos hombres, mucho menos sacerdotes, mucho menos obispos, se hubieran atrevido a adoptar la postura que Parrilla asumió con relación a la lucha por la liberación e igualdad de las mujeres, de manera tan abierta, honesta y radical, sobre todo para la época en que comenzó a hacerlo.

Supongo que esta postura a favor de la mujer se sumaría a la lista de las muchas razones que les sirvieron a algunos para marginar y excluir a Parrilla del escenario eclesial. Esto lo confirma Antonio M. Stevens-Arroyo al señalar que “por desgracia, el método de Parrilla para solucionar los problemas hablando claro no fue bien recibido en todo Puerto Rico.”[1] Esta claridad en su discurso se muestra muy bien en algunos de sus escritos en los que deja plasmado su pensamiento teológico con relación al papel de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad. Deseo compartir algunos de sus más preclaros pronunciamientos con relación al tema.

Ya para el año 1974, ante la ordenación de un grupo de once mujeres diaconisas de la confesión episcopal, Parrilla se regocija al saber la noticia y declara que tal evento constituye “un irrevocable paso de adelanto en el progreso de la lucha del sexo femenino por sus derechos en la Iglesia.” Obviamente, con esta manifestación pública, Parrilla deja ver muy claramente cuál es su postura dentro de la Iglesia Católica ante la acalorada discusión sobre el sacerdocio femenino:

La exclusión de las mujeres de las órdenes ministeriales dentro del cristianismo, es un anacronismo. Es un antisigno, pues contraría al cada vez más extendido criterio del alto valor de la dignidad de la mujer y de su equiparación de ésta con la dignidad del hombre. No hay base alguna en las sagradas Escrituras, ni hay un solo argumento teológico válido para prohibir el acceso de la mujer al sacerdocio [2]

Es un hecho que Parrilla conocía muy bien la posición oficial de la Iglesia declarada por Pablo VI en Inter Isigniores (1976). Por lo tanto, con estas arriesgadas declaraciones, Parrilla desafiaba abiertamente la postura oficial de la Iglesia ante un tema bastante controvertible y escabroso que le ha causado no pocos problemas a mucha gente.

Con relación a este último señalamiento, es interesante destacar el hecho de que, tal vez, para algunas personas como Stevens Arroyo, este desafío contrasta enormemente, con lo que este mismo autor califica como una “devoción casi ultramontanista al papado” por parte de Parrilla.[3] La etiqueta de “conservador”, señala Stevens, le viene de sus escritos en contra del control de la natalidad obligatorio y de la esterilización en Puerto Rico. Sería interesante investigar por qué este obispo, al parecer feminista, se oponía a dicho programa de gobierno. Al leer que se oponía fuertemente al control de la natalidad obligatorio, me atrevo a figurar que muchas mujeres, incluyendo a las más “comecandelas” y furibundas feministas, se opondrían, igual que lo hizo Parrilla, a dicho programa. ¿Cómo aceptar sin más un programa que no le da la oportunidad a las mujeres de escoger libremente si desean controlar o no la natalidad, si desean esterilizar sus cuerpos o no? Por otro lado, no sería osado pensar que Parrilla, como buen independentista, sospecharía de cualquier agenda política que posiblemente, muy por debajo de la mesa, lo que intentaba era mermar la población puertorriqueña para sabe Dios qué propósitos.

Pero regresando al tema del sacerdocio femenino, se ve claro que Parrilla atesoraba la esperanza de que este acontecimiento sirviera de ejemplo a la Iglesia Católica y a otras denominaciones cristianas que en aquel momento y todavía hoy, treinta y dos años después, (si se toma el 1972 como fecha del primer artículo encontrado en que se pronuncia sobre el tema), continúan negándoles a las mujeres el acceso a estos ministerios.

Parrilla resiente, en uno de sus escritos[4], el que todavía para 1986 la teología de la mujer esté todavía en pañales. De acuerdo a Parrilla, en el Concilio Vaticano II sólo aparecen ocho textos brevísimos sobre el tema de la mujer. Más adelante, lamenta más aún que Medellín, “que tuvo un ambiente acentuado de progresismo y liberalismo”, no tuviera “nada de original sobre la mujer.”[5]

Parrilla aplaude, en cambio, el esfuerzo notable de Puebla en concienciar sobre la marginación de la mujer tanto en las esferas sociales como eclesiales. Puebla núm. 845, reconoce que la mujer debería tener una participación más activa en la Iglesia ya sea en la coordinación de la catequesis o la pastoral en general. En el mismo número se recomienda, además, la tarea de confiar a las mujeres ministerios no ordenados y ordenados reservados hasta ahora a los varones. De acuerdo a Parrilla, “el cónclave de México es el que mejor atiende a la mujer”.[6]

Sin embargo, Parrilla concluye su reflexión indicando que “como vemos, no parece que todavía esté madura en la Iglesia Católica la cuestión de los ministerios ordenados…”.[7] Así va dejando ver su posición de avanzada respecto de sus homólogos y el resto del sentir católico mayoritario.

Además de la gran atención que presta a los documentos oficiales de la Iglesia, los argumentos que aduce Parrilla para defender la ordenación de las mujeres y su liberación integral están cimentados sobre una relectura del Nuevo Testamento que podría muy bien considerarse feminista. Parrilla, iluminado por la Palabra, vivía convencido de que ninguna sociedad lograría abolir toda forma de dominio, manipulación o subordinación “sin la luz del Evangelio”. [8]

Parrilla, afirma, por ejemplo, que el cristianismo se enfrenta a todas las formas de esclavitud, incluyendo, la sexual. De acuerdo a Parrilla, el ideal evangélico de que “en un sólo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo”(1 Cor. 12, 13) es “un mensaje que no caló nunca muy profundamente ni a plenitud”.[9]

Sostiene también que en los primeros siglos del cristianismo la mujer ocupó “un lugar fundamental, de gran actividad, como atestiguan los cuatro Evangelios, las cartas de los Apóstoles y en la primera historia de la Iglesia, los Hechos de los Apóstoles”.[10] Para apoyar sus ideas, Parrilla cita a Lucas 8, 1-3: “Jesús caminaba por ciudades y aldeas predicando y evangelizando el reino de Dios, y lo acompañaban los Doce y algunas mujeres”.

El ejemplo más genuino de liberación femenina para Parrilla es María, madre de Jesús. El obispo jesuita relee el diálogo de la Virgen con el ángel en el momento de la anunciación y rescata del texto valores que hoy se considerarían feministas: “Es un discernimiento de espíritus de parte de la Madre de Dios, y un supremo respeto a su persona de parte de Dios. Respeto a su carácter de mujer, respeto a su libertad, aunque con una grandiosa apertura mistérica del Todopoderoso.”[11]

Cuando María proclamó su respuesta a Dios en el Fiat: “¡¡He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra!”, entonces, celebra con júbilo Parrilla, “empezó la liberación de la mujer y de todos los hombres”. Tal descubrimiento llevó a Parrilla a proponer a María como modelo durante el Año Internacional de la Mujer[12]

Por eso, para Parrilla, lo único que impide a las mujeres el acceso a los ministerios ordenados, no es “ni la discusión teológica sobre la materia, ni es tampoco un dogma inalterable” sino más bien “una tradición (muy anticua y rígida, por cierto, dentro de las Iglesias cristianas) antifeminista, y de opresión y manipulación de la mujer.”[13]

Es notable que Parrilla no sólo ve en María, un modelo de mujer liberada, sino que también destaca a otras mujeres en la historia de la Iglesia como paradigmas de liberación femenina: Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Jesús. Ambas han sido capaces, afirma Parrilla, de “romper moldes en la Iglesia.”[14]

Parrilla presta singular atención a Santa Catalina de Siena. Ve en ella a una mujer “que no tuvo que plantearse a sí misma si estaba liberada o no”. Luego de resaltar las motivaciones que movieron a Pablo VI a reconocerla solemnemente como Doctora de la Iglesia, Parrilla se cuestiona: “¿Qué hubiera dicho Santa Catalina de Siena de la ordenación sacerdotal de mujeres?”. Luego de dejar claro que, obviamente, éstas no eran consideraciones que se planteaban seriamente en el siglo XIV, Parrilla se responde a sí mismo que Santa Catalina “consideraba que todos los miembros de la Iglesia, sin excepción, tienen el deber de ejercer su particular ministerio, según los carismas de cada uno.” Concluye diciendo que Santa Catalina, “no necesitó estar ordenada sacerdote para cumplir, como lo hizo, tan perfectamente con su vocación, su misión y su ministerio”.[15]

Toda esta reflexión me sugiere una pregunta: ¿Creería realmente Parrilla que la ordenación de mujeres jugaba un papel importante en la búsqueda de la igualdad y la reivindicación de sus derechos frente a los varones dentro y fuera de la Iglesia? ¿Pensaría que era verdaderamente necesario para las mujeres el acceder a los ministerios ordenados para ejercer su ministerio dentro de la Iglesia según su particular carisma? Creo, a mi juicio, que Parrilla, al igual que hoy lo hacen muchas teólogas feministas, pensaba que el acceder a los ministerios ordenados era sin duda alguna un justo reclamo que hacían como hijas de Dios con igual dignidad que el varón. Sin embargo, considero que, hacia lo que apunta Parrilla en su escrito, es que antes de alcanzar este objetivo, las mujeres deben, y muchas lo están haciendo ya, asumir y realizar “de facto” la labor de aquel ministerio del cual aspiran sea reconocido oficialmente por todas y todos dentro de la Iglesia: el verdadero servicio al que Jesús invitó a todos sus amigos en la cena pascual cuando dando ejemplo les lavó los pies.

De ahí que Parrilla, fuera de todo pensamiento o actitud paternalista, anime en sus escritos a las mujeres a ser protagonistas de su propia historia: “Es obvio que compete a la misma mujer su propia liberación dentro y fuera de la Iglesia, organizándose y haciéndose oír y, sobre todo, actuando. [16] Años más tarde, Parrilla continuaría con esta misma línea de pensamiento y para ello se apoya en la autoridad de Juan Pablo II, quien en su exhortación Christifideles (49-51) afirma:

Si alguien tiene que hacer avanzar la dignidad de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, son las mismas mujeres, que han de reconocer sus responsabilidades como protagonistas…Los primeros pasos de la promoción y plena participación de la mujer en la Iglesia, en la sociedad y en la vida pública, sólo pueden darse si se reconoce plenamente la dignidad personal de la mujer…[17]

Luego, dos años más tarde, afirmará con relación a la lucha por la ordenación de mujeres que “Mucho dependerá de la militancia de la mujer misma en la defensa de sus derechos dentro de la Iglesia”.[18]

Sin embargo, Parrilla declara que “es función profética de la Iglesia la lucha por la dignidad de la mujer y su liberación.”[19] Cuando escribe “Iglesia” pienso que alude, sin lugar a dudas, al sustantivo colectivo que nace a partir de los documentos del Concilio Vaticano II y que ha quedado plasmado en la frase “Pueblo de Dios”. Para que todo esto tenga validez, declara Parrilla, es necesario que:

…todos los distintos segmentos de la Iglesia hemos de sentirnos comprometidos a hacer un riguroso examen de conciencia, hasta descubrir cómo estamos siendo cómplices de los que originan y mantienen las distintas estructuras de pecado que actualmente oprimen a la mujer dentro y fuera de la Iglesia.[20]

En el pensamiento de Parrilla, pues, esta lucha es un compromiso evangélico que deben asumir con radicalidad, no sólo las mujeres, (aunque es justo y necesario que ellas lleven la batuta), sino también todo el Pueblo de Dios: laicos, hombres y mujeres, religiosas, religiosos, jerarquía en general, desde el Papa hasta el más humilde sacerdote de pueblo. Hacer lo contrario es, dice Parrilla, ir en “contra la corriente del progreso humano”.[21]

Ante toda esta defensa en pro de los derechos de las mujeres, Parrilla mantuvo un espíritu crítico. Aunque pensaba que el surgimiento del movimiento de liberación femenina no es una moda pasajera o superficial, admite que esta lucha se puede ver amenazada por ciertos peligros y que hay que andarse con cuidado puesto que podría caer en ciertos excesos. Por esto aclara:

Podrá caer en algunos lugares en posiciones extremas, inaceptables en otros sitios. Tomará quizás algún tiempo en que se puedan plantear con mayor claridad y de modo universal los principales postulados de esa liberación. Naturalmente habrá que admitir y aceptar las diferencias biológicas y sociológicas de los sexos pero sin rendir el supremo reclamo feminista de completa igualdad, civil, social, económica, política y religiosa.[22]

Por último, quiero destacar un punto fundamental en el pensamiento de Antulio Parrilla con relación a su postura respecto a la liberación femenina y el cual debe ser tomado muy en cuenta por todas aquellas personas que desean ver al fin consumada esta utopía del Reino. Para Parrilla la liberación de las mujeres no está divorciada ni debe estarlo jamás de la liberación de los varones. Parrilla afirma que:

El movimiento liberacionista de la mujer sin duda estimulará, el movimiento de liberación masculino, pues tanto en cuanto se es consciente o inconscientemente opresor, chauvinista y dominador, con un falso sentido de superioridad, se está en urgente necesidad de una verdadera liberación.[23]

Piensa, además, que:

El plantear el problema mirando solamente a un sexo y no a ambos sexos, es ya un signo de discriminación. ¿Acaso el hombre no tiene necesidad de liberación? Si hay discrimen contra la mujer, ¿no es acaso el hombre el principal agente de discriminación contra la fémina, y por ende en necesidad él mismo de liberación?[24]

Parrilla considera al movimiento feminista como una tendencia que “no lucha contra los hombres, sino que con los hombres forcejea para obtener para todos una sociedad justa.”[25]

Partiendo de todas estas afirmaciones del obispo boricua puedo señalar que dentro del pensamiento de Parrilla, liberación femenina y liberación masculina no se excluyen, sino que se dan la mano para emprender la lucha por la liberación integral de todo ser humano.

Todo esto me hace pensar en algo que he venido escuchando hace ya algún tiempo por parte de varias personas en esos sabios comentarios de la calle: mientras no se trabaje con el varón, el problema del discrimen, de la marginación y la violencia contra la mujer continuará.

Intuyo que esta aportación de Parrilla, desde la Iglesia, iluminada por el Evangelio puede aportar mucho a la labor realizada por la sociedad civil en Puerto Rico a favor de la reivindicación de la igualdad y los derechos de la mujer.

Hoy en día existen muchos esfuerzos coordinados para ver hecho realidad este gran sueño. En nuestro gobierno existe una Procuraduría de la Mujer. Lo que he escuchado en la calle, en sobre mesas, en salones de clase y que ahora confirmo leyendo atentamente a Antulio Parrilla, me hace pensar en la necesidad urgente de organizaciones que se encarguen, en los ámbitos civil y estatal, de trabajar por la liberación del varón. Algo así como trabajar por el establecimiento de una Procuraduría del Varón.

En el ámbito eclesial tenemos un gran reto pastoral. Reto que consiste en acompañar a los varones, sean éstos laicos, religioso o sacerdotes, a trabajar a nivel psico-espiritual con sus heridas, sus procesos y sus historias personales. Sólo así podrán convertirse en sujetos de su propia liberación y comenzar, ¡al fin!, a colaborar con la reconstrucción del rostro y los cuerpos mutilados de tantas mujeres crucificadas, sobre todo en esta América nuestra.

Que el ejemplo de Antulio Parrilla sirva de inspiración a muchas mujeres, pero sobre todo, que sirva de inspiración a otros muchos varones, sobre todo aquellos que forman parte de la jerarquía de nuestra Santa Madre Iglesia Católica, para que al fin veamos hecha realidad las palabras de san Pablo: “Los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.·” (Gal.3, 27-29)


[1] Antonio M. Stevens-Arroyo, El obispo Parrilla: un Las Casas del siglo XX en Puerto Rico. ReLat. http://servicioskoinonia.org/relat/073.htm.

[2] Antulio Parrilla, sj., “Las mujeres al sacerdocio”, La Hora, 22-28 de agosto de 1974. (Subrayado mío).

[3] Stevens-Arroyo, El obispo Parrilla…

[4] Antulio Parrilla, La mujer en la Iglesia, El Nuevo Día, 21 de abril de 1986, p.49.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Antulio Parrilla, “Antifeminismo eclesiástico”, Claridad, 10 de diciembre de 1972, p.10.

[9] Ibíd.

[10] Ibíd.

[11] Parrilla, “Modelo de mujer liberada”, El Nuevo Día, 27 de diciembre de 1975, p. ?, (Subrayado mío)

[12] Antulio Parrilla, “Modelo…”, p.10. (Subrayado mío).

[13] Parrilla, “Antifemnismo…”, p. 10.

[14] Parrilla, “La mujer en la Iglesia”, p.40.

[15] Antulio Parrilla, “Liberación femenina”, El Nuevo Día, 1ro. de julio de 1980, p.29.

[16] Parrilla, “Antifeminismo…”, p. 10. (Subrayado mío)

[17] Parrilla, “El joven y la mujer”, El Visitante de Puerto Rico, 1ro. de mayo de 1993, p.13.

[18] Parrilla, “ Las mujeres al sacerdocio”, p.?

[19] Parrilla, “La mujer en la Iglesia”, p.40.

[20] Antulio Parrilla, “El joven y la mujer”, p.13.

[21] Parrilla, “Antifeminismo …”, p. 10.

[22] Ibíd.

[23] Parrilla, “Antifeminismo…”, p.10.

[24] Antulio Parrilla, “Año Internacional de la Mujer”, El Vocero, 29 de noviembre de 1975. pp.14 y 40, p.14.

[25] Parrilla, “Año Internacional…”, p. 40

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